"La dificultad no debe ser un motivo para desistir sino un estímulo para continuar"

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MARIQUITA Y LA OBEDIENCIA

MARIQUITA Y LA OBEDIENCIA En una tarde… muy divertida de verano. Mariquita había invitado a jugar en el patio a dos amiguitas de la cuadra. Las tres niñas se entretuvieron mucho con los juegos de té, de cacerolas, las muñecas de cada una. Hicieron “comiditas”, con tierra, con pastito, y aprovecharon algunos frutos de los árboles del fondo de la casa, como los quinotos, algunas uvas, para decorar sus tortas de barro y sus tartas de frutas. En el juego de la toma del té, aprovecharon el agua de un surtidor y desconectando la manguera, llenaron jarritas y tacitas, bebiendo el simulacro de té, realizado con agua y barro. También comieron uvitas que aún estaban verdes y algunos higos apachangados que encontraron en el piso. Mariquita y sus amigas, en muchas ocasiones, no querían la comida de mamá, pero esas preparaciones en el patio, les pareció muy deliciosas. La noche fue apareciendo y la luna se impuso ante el sol, quien cansado, se escondió entre las montañas al oeste. El timbre sonó y las mamás de las otras niñas, luego de saludar a la de Mariquita, buscaron sus hijitas. Cuando Alba, su mamá, vio a la niña tan sucia, le dijo: “Mariquita… vete a lavar las manos, que ya estará pronto la cena. Después te bañaré antes de acostarte”. Desobedeciendo la orden, la niña corrió presurosa a abrir la tapa de una fuente sobre la mesa, diciendo: “¡Ahaam, cuánto hambre tengo!” “¡Mariquita! ¡Las manos! ¡Con las manos sucias no se tocan los alimentos ni se come!” El reto asustó a la niña, quien comenzó a llorar. Alba, le explicó, que no debía ser desobediente, pues ella le estaba enseñando y educando. Que las manos sucias tienen bichitos que podrían enfermarla. Comprendiendo, Mariquita se miró y dijo: “Yo no veo ningún bichito en mis manos”. A lo que la mamá le tuvo que decir que no se veían así no más, sino que eran muy pequeñitos. Cuando ya higienizada, después de la cena y el baño, Mariquita se había entregado a sus profundos sueños, comenzó a soñar. Ella tenía en sus manos cubiertas de barro, una manzana muy sucia, pero roja y de aspecto muy sabroso. Cuando intentó darle un gran mordisco, de la tierra que cubría al fruto, apareció creciendo cada vez más, un bicho verde, de muchas patas , ojos de malo y un pelo muy largo y grueso, que parecía un tentáculo. Éste le habló: “¡Ahjá, quieres comerte esta manzana! ¡Muy bien querida Mariquita! ¡Somos muchas… me llamo bacteria y entraremos dentro tuyo, y te comeremos también a ti… ya verás!” Un fuerte dolor de panza la despertó. Llorando llamó a su madre, quien acudiendo la encontró con fiebre alta y vómitos. Conociéndola, le preguntó: “¿Qué comiste en el patio, Mariquita?” Cuando la pequeña le contó sus aventuras comestibles con las amigas, aprovechó la madre para marcar la lección. Mariquita ese día muy divertido, que terminara con su llanto y su enfermedad repentina, había aprendido que esos bichitos, que viven en la tierra, en los frutos verdes y sucios, y en las aguas no potables, la podrían enfermar mucho. Que debía comer lo que su madre le daba y siempre… debía lavarse bien las manos antes de tocar o ingerir… los alimentos. ©Renée Escape

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